Manuel Calderón

Viajes de Autor

AGUJA E HILO

DÍA 3 / TRUJILLANOS - ALJUCÉN / 15,66km.

Extremadura

06 de mayo de 2.022

Ayer, dormí por primera vez, en un albergue. En Medellín lo hice en un hostal. Lo decidí así, por ser noche de transición, entre la comodidad que proporciona el hogar y la incertidumbre que me producía dormir, cada noche, en camas y lugares desconocidos.

El albergue de Trujillanos consta de varios edificios en una dehesa a las afueras del pueblo. Los dormitorios son construcciones redondas como un chozo. En el centro, tienen un poste de hierro, que soporta el techo cónico de madera. Cada uno alberga unas diez literas para 20 peregrinos o turistas. Anoche solo estábamos Dusan y yo. Cuando Irene se fue y se llevó las cosas de las que decidí prescindir, me senté en la cama baja que había elegido, enhebré una aguja y fui pinchando y pasando hilos por cada ampolla para drenar su liquido. Después apliqué sobre ellas un líquido sanador de color óxido y salí al exterior.

Eran las 8 de la tarde. La brisa de la dehesa venía cargada de jara. Me senté bajo la encina, en el banco que antes ocupaba el hombre del pañuelo a la cabeza y, pensé en la etapa de hoy. Evitaría pasar por Mérida. Iría de Trujillanos a Aljucén. Ni los lugares ni los paisajes, hasta aquí, eran motivo de estímulo. De tanto conocerlos, ni siquiera me incitaban a sacar fotografías, a nos ser, que alguna flor presumida, reclamase mi atención.

De otro chozo, salió el hombre del pañuelo. Me dijo que se llamaba Dusan. Era esloveno y llevaba 12 años viviendo en Madrid. Venía caminando desde Almería y conocía bien España, pues a través de los caminos, que como una gran red, enlazaban los pueblos, la gente y la historia, se había recorrido buena parte de la península.

Hoy no he caminado mucho, pues pienso que será beneficioso para los pies. Cultivos de secano y bastantes olivos, son mis compañeros de camino. Lo más atractivo de la etapa, porque no lo conocía, ha sido cruzar Mirandilla. Al llegar a Aljucén, comienzo a ver señales del Camino de Santiago de la Vía de la Plata y me resulta muy fácil llegar al albergue. Mientras dejaba mis cosas sobre la cama, una peregrina sonriente, se dirige hacia a mí hablándome en inglés.

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