En un bosque del camino, me crucé con alguien muy famoso. No sé quien era. Vestía ropa muy ancha y cubría su cara con una braga de cuello, similar al discreto estampado de su camisa. Por encima de la braga, unas gafas de sol de pasta negra, cubrían sus ojos. Remataba el atuendo, un sombrero grande de montaña. Por eso deduje que sería famosos, por su intención de pasar desapercibido.
Otro día, un joven casi adolescente, ascendía sofocado detrás de dos amigos. De su cuello, colgaba una cadena muy gruesa de color dorado. Al cruzarme con él, le dije que tuviera cuidado con los asaltantes de peregrinos. Se detuvo y redondeando los ojos para mirarme, se llevó la mano a la cadena. Alimentando el misterio, callé y seguí adelante, aunque al rato me arrepentí y le grité que era una broma.
Caminar en sentido contrario a los peregrinos, hace mi viaje muy entretenido. Ahora les veo venir. Mi mirada, camuflada bajo las gafas de sol y la sombra de 10 centímetros del ala de mi sombrero, observa y registra detalles que antes no percibía. A veces, en ese encuentro, surge una breve conversación. Un cruce de información, que siempre comienza con un intento de ayuda, por su parte, al creerme perdido.
Antes de que ocurra, intuyo quien va a parar y quien no. Los que paran, miran al los ojos. En los que no, curiosamente, se repiten dos gestos. Unos, exageran un esfuerzo sobrenatural, descomponiendo su cara. Otros, ven a través de mí, algo en el horizonte que no existe. Estos últimos, entornan sus ojos y tiran con la nariz del labio superior hacia arriba, hasta que consiguen cuadrarlo.
También me crucé con una pareja que avanzaba ligera en dirección a mí. Ella aleteaba en cada paso como una mariposa. Cuando se acercaron, descubrí que era el pantalón, anchísimo, el autor de la magia. El hombre con barba y sombrero. Al cruzarnos, encendió un cigarro liado. De su boca, salió una gran nube de humo que el viento trajo hasta a mí. Al respirar, inhalé el intenso olor de la marihuana. La mochila, convertida en globo, elevó mis pies del suelo y cientos de pájaros de colores, reían de manera escandalosa al verme flotar.