He pasado la noche en duermevela. En el albergue, tres tenores compartieron concierto. En una lucha de egos, cada uno, trataba de proyectar por encima del otro sus ronquidos. Así, que como ocurrió en Aljucén, el breve sueño en el que caigo cuando todos se han ido, resulta ser, un agradable bálsamo reparador.
A las 8 de la mañana salí de Valdesalor y dos horas después, entraba en Cáceres. Cruzar la ciudad, puede ser una trampa, si te dejas atrapar por su impresionante laberinto de calles medievales. A pesar de haber estado en ella, cientos de veces, quise pasearla como si fuera la primera vez, descubrir rincones, torres y arcos que, en otras ocasiones, pasaron desapercibidos. Algún café, demasiado reposado, también contribuyó a prolongar mi paso por la ciudad. De camino a Casar estuve con mi amigo Toni, trabaja cerca y quedé con él para desprenderme de más peso. Una placa solar portátil, una batería externa y alguna cosa más, aligeraron un kilo y medio mi mochila.
Por fin, sobre la una de la tarde, salgo de Cáceres por una empinada cuesta. Me sorprende que, con el calor que hace, haya gente practicando atletismo. Aunque, probablemente, los sorprendidos sean ellos al verme a mí, sobrecargado y con este calor. Después de dos horas, avanzando por una pista de tierra en la que la única sombra que me ha dado cobijo, ha sido, la autovía A66, al cruzarla por debajo, llego a Casar de Cáceres. La hidratación necesaria para el buen funcionamiento de mi cuerpo, transpira por cada poro de mi piel y eso hace que mi mente piensa con debilidad.
En no muy buenas condiciones, llego a la Oficina de Turismo a registrarme para que me den cama en el albergue. Para dormir en él, me exigen la “Credencial del Peregrino” -Un políptico de varias caras, donde hay que colocar un sello, de cada lugar donde se duerme o se pasa, a lo largo del camino. Pasaporte imprescindible para que en Santiago, te den la certificación, de que hiciste el camino- Como yo no la tengo, porque en ningún momento, proyecté mi viaje como un Camino de Santiago, me dicen que allí, no puedo dormir.