EXTREMADURA
07 de mayo de 2.022
Luce, una chica canadiense, se acercó y me preguntó de donde era. Nos presentamos y después de hablar un rato con ella, me despedí para ducharme y comer. Bajé a la terraza de un bar en un parque del pueblo. Casi todas las mesas estaban ocupadas por peregrinos. Luce estaba sentada al fondo con otras dos personas. A mi derecha, en otra mesa, tres personas que podían ser del pueblo. Una pareja joven y la madre del chico, hablaban en un volumen, que podía escuchar todo lo que decían. Cansado de oír a la nuera adular a la suegra, decidí cerrar ese flanco y dedicarme a otras mesas. En la de mi izquierda, una pareja de peregrinos alemanes, escuchaban ausentes las explicaciones en español, que un hombre mayor les hacía sobre las siguientes etapas del camino. Pensé que sería del pueblo y utilizaba esa táctica, para, a cambio, conseguir una cerveza. Por fin me trajeron la comida y la concentración quedó en mi mesa.
Al estar solo, observar, es una distracción. Un entretenimiento visual en el que yo soy el que decide y controla cuando cortar. En cambio, en el oído, el control de lo que me llega o no, está en los otros. Ellos deciden el volumen con el que contar su vida y sus cosas.
Al caer la tarde, me senté con Dusan en el patio del albergue a charlar. Había llegado de Mérida un rato antes. Lola, una catalana de cabello canoso y alborotado, se unió a nosotros. Decía que estos momentos relajados, hablando con otros peregrinos, era lo que más le gustaba del camino. Contó que enviudó joven y hacer el camino fue una redención. Lo había hecho mas veces y ahora, lo hacía acompañada. Me fui a dormir y en esa primera noche, descubrí dos cosas: que el que más ronca, es siempre el primero en dormirse y que a las 5´30h. la habitación de un albergue tiene el movimiento de una estación de tren. Me vuelvo boca abajo y meto la cabeza bajo la almohada.
Desayuno y salgo del pueblo por carretera. A los pocos metros, la abandono por una pista de tierra que bordea el Parque Natural de Cornalvo. Atrás quedaron los campos de cultivos de los primeros días y hoy por fin, puedo disfrutar del camino. La primavera, explosiva, pone a prueba mis cinco sentidos.